Redwall by Brian Jacques

autor:Brian Jacques [Jacques, Brian]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Fantástico, Infantil, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 1986-01-01T05:00:00+00:00

En las cocinas de la abadía, Azulina envolvió cuidadosamente la comida de Matías en hojas de acedera. Matías se acercó furtivamente para coger una castaña confitada. Azulina le dio un golpe en la pata con el cucharón de madera.

—Esas castañas son para ese pobre gorrión. Déjalas donde están, grandísimo glotón le regañó.

—¡Con que pobre gorrión, a fe mía! —dijo Matías con un bufido de indignación—. Escúchame, señorita, si dejara suelta a esa descarada, aunque fueran sólo cinco minutos, esperaría a que nos durmiéramos y nos mataría a todos.

La joven Azulina ayudó a Matías a atar las correas de la mochila, procurando disimular su preocupación.

—Matías, ya sé que no me vas a decir adónde vas, pero sea a donde sea, por favor, cuídate mucho.

Matías se ajustó la daga en el negro talabarte, y se paró un momento en el umbral de la puerta, sonriendo con confianza.

—No te preocupes, Azulina. Tengo la firme intención de cuidar de mí mismo, por la seguridad de la abadía… y por ti.

Instantes después se había ido.

Matías se detuvo en mitad del corredor del último piso, donde estaban los dormitorios. Se colocó una escalera de mano bajo una trampilla que había en el techo. Matusalén llegó conduciendo a Pico de Guerra, que llevaba aún el ladrillo. Matías miró hacia la trampilla.

—Así que aquí es donde empezamos, ¿eh?

—Lo encontrarás todo señalado aquí, Matías —dijo el viejo portero, entregándole un mapa pulcramente trazado—. La trampilla te llevará a una buhardilla. Gira a la derecha y sigue caminando hasta que toques la pared. A tu derecha encontrarás un agujero. Al otro lado de ese agujero, estarás más o menos a medio camino de la pared del Gran Salón, sobre una cornisa entre los arcos de las columnas de arenisca. Desde ahí tendrás que trepar a una hilera más alta de cornisas que hay a lo largo de los vitrales. Encarámate al nervio central del primer vitral a la izquierda, y te encontrarás en un saliente de madera que discurre en paralelo a la curva del tejado. Más adelante, siguiendo por el saliente, hay otra trampilla. Lo siento, pero no puedo determinar su ubicación exacta, tendrás que buscarla tú. Cuando des con ella, pasa al otro lado y estarás directamente debajo del ático del tejado. A partir de ahí tendrás que seguir por tu cuenta. No puedo ayudarte más, Matías. —El anciano ratón apoyó las patas en los hombros de su joven amigo. Le tembló la voz al despedirse—. Que la suerte te acompañe, Matías. Ojalá fuera joven y ágil otra vez para poder acompañarte.

Matusalén abrazó al joven ratón como si fuera su propio hijo, y le gritó las últimas instrucciones cuando Matías ascendía ya por la escalera de mano.

—Si ese gorrión te causa algún problema, no dudes en arrojarla al vacío. ¡Bajará tan deprisa como el ladrillo que lleva atado!

Pico de Guerra puso cara de pocos amigos, pero no hizo ningún comentario. Sabía que Matusalén decía la verdad: el ladrillo era como un ancla.

Matías dio un fuerte empujón hacia arriba para abrir la trampilla y la deslizó hacia un lado.

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